martes, 11 de diciembre de 2012

La justicia es prostituta y le encanta.

Creo que por primera vez en el 2012, un conflicto político-social logra disolver la lucha de bandos, y reunir a todos sin importar de qué lado se habrían sentado suponiendo que hubieran estado en la asamblea de Versalles de 1789. Pareciera sonar alentador, pero el problema que los (nos) convoca es terrible.

Resulta que en el 2002 secuestraron a una chica en Tucumán, de masomenos mi edad. Durante todo este tiempo, se habló de la posibilidad de fuera víctima de la trata de personas, o sea, que estuviera ejerciendo la prostitución -claramente- contra su voluntad. Pocos días más tarde, se la encontró en tacos y cartera, a varios kilómetros de donde se la había visto por última vez.
Se comenzó a profundizar la investigación, y dieron con unos cabarets de La Rioja, repletos de nombres artísticos y angustias que retuercen cualquier corazón.
Por suerte, frente a todo el panorama duro y negro, un par de grietas intencionales pudieron liberar a algunas chicas, e iniciar una lista de sospechosos.
Hasta ahora el caso parece tener rumbo, ¿no?
Hago un paréntesis. Hace poquito se recibieron de abogados un par de amigos. Hicieron una fiesta y fui. Las chicas tenían remeras que decían "Para lenta está la justicia". Lo positivo es que me resultó gracioso y ocurrente, lo negativo es que también cierto.
Hago otro paréntesis y abro corchetes porque ya son dos. Si sos corto como yo, seguro te habrá costado aprenderte cuándo se usaba eficiente y cuándo eficaz. Buen, para escribir esto busqué otra vez. Se es eficiente cuando se optimizan los recursos para lograr tal objetivo, y eficaz cuando simplemente se alcanza. Acá sólo juega la capacidad de lograr algo.
Cierro paréntesis. Cierro corchetes. Relaciono. Dejo de narrar lo que estoy pensando.
Es así, la justicia en términos utópicos debería ser eficiente, pero bajada a la realidad, debería ser por lo menos eficaz. Si fuera lenta como se veía en las remeras, y cumplidora, podríamos objetar contra sus tiempos, aunque por lo menos tendríamos resultados. Pero no, ni eso.
El juicio por el caso de Marita comenzó en Febrero de este año, unos días antes de que otra causa dejara en evidencia la ineptitud de quienes nos representan. Hasta este miércoles, tuvo 13 acusados (7 hombres y 6 mujeres) vinculados al secuestro y a la trata. 150 testigos. 1 madre que ya tiene 10 años de desaparición de su hija encima y sigue firme, fuerte.

Este miércoles 11 de Diciembre de 2012, la cámara penal de Tucumán emite su veredicto: los 13 imputados quedan absueltos. 150 testigos, ¿se acuerdan? Pero la borrachera de poder pudo hacer cómplice a más de uno, en más de una oportunidad. Sin clientes no hay trata, pero sin la corrupcón de esos hombres en la tarima que deberían dar el ejemplo y hacen todo lo contrario, tampoco. Son las típicas no-tan-típicas putas de tarima.


Yo diría que la justicia, además de lenta y paradójicamente injusta, es puta.







domingo, 2 de diciembre de 2012

Entrevistándolo.


Quedamos en encontrarnos en la parte de afuera de la Biblioteca Nacional. Martin llega 15 minutos tarde quejándose del tránsito. ¿De dónde viene? Recordar preguntárselo después. Se sienta en las escalinatas, exhala con ruido y me mira. No le gustar dar entrevistas, tener que “expresarse y esas cosas” no es para él.


Yo: Hola, qué bueno que al final pudiste venir.
Martin: Siempre supiste que iba a venir.
Yo: Puede ser… ¿Tu nombre se escribe con tilde en la “i”? Para cuando la desgrabe.
Martin: (se ríe, muestra esas paletas enormes que me encantan) No, no. Por lo menos no en mí.
Yo: Está bien. ¿Qué es lo que más te gusta de una mujer?
Martin: Esa es una pregunta medio boluda. Cada mujer tiene algo, qué se yo. Te podría decir la sonrisa y un lindo cuerpo como básicos. Pero cada una tiene lo suyo. A mí, por ejemplo, me encanta cuando tienen el pelo atado, una colita alta. Ya sé que suelto y revuelto da más perra, pero a mí me parece tierno atado. También juega mucho la personalidad.

Pienso en cuánto tiempo sería prudente atarme el pelo sin quedar obvia.

Yo: ¿Te enamoraste alguna vez?
Martin: No tengo idea. Siempre que me gustó una chica pensé que estaba enamorado, después al tiempo me daba cuenta de que no. Creo que me enamoré a los 14 ponele, de mi noviecita de secundaria. Éramos como éramos. Ahora estamos con estrategias, cálculos, poses y todo eso que complica más de lo que ayuda.
Yo: ¿Qué estrategias, por ejemplo?
Martin: (se ríe) Si te las dijera tendría que matarte.
Yo: Contame de tu “noviecita” de los 14. (Gesticulo las comillas. Quedo pésimo)
Martin: ¿Para qué? ¿Querés sacar data? (me golpea cariñosamente sonriendo, yo también me río y me muero de amor pero trato de que no se note)
Yo: No, no (riéndome todavía), es para saber qué te enamora de una chica, a ver si podemos resolver la pregunta medio boluda que te hice antes.
Martin: Es que no sé qué decirte. No sé si era algo en ella que me gustaba, o lo inocentes que éramos los dos. Nos decíamos todo el tiempo que nos queríamos, teníamos ganas de estar juntos las 24 horas. No estábamos tan contaminados de calentura como ahora, además.
Yo: La calentura suma tanto como resta.
Martin: Exacto, es como que a veces te gana, te puede.
Yo: Epa, eso suena a justificación barata de cuernos.
Martin: (se ríe) No, ¡malpensada!, para nada. Lo que quiero decir es que hoy es una de las cosas más presentes si te calienta una mina o no. Es como el primer obstáculo del tablero. Si pasás ese, empezás a avanzar.
Yo: Sí, pero después es todo cuesta arriba.
Martin: Es como te lo tomes. A mí no me costaba estar con vos por ejemplo, pero a vos sí conmigo.
Yo: Ah, así, de una vamos al tema.
Martin: Si no querés no. Si querés hablamos de la vuelta de Ramón a River, pero no creo que te interese. O te puedo decir qué opino sobre la Ley de Medios. (Se aclara la garganta y pone voz de locutor) Esto es una entrevista sobre la Ley de medios, pero ya sabés, si querés revoleás el grabador a la mierda, y listo.

Nota Mental: Recordar googlear sobre la vuelta de Ramón a River.

Yo: (me río) Obvio que quiero. Siempre quiero.
Martin: Buen, te decía, vos te tomabas la relación como un peso, como algo con lo que tenías que cargar. Me querías y todo. Me querés, supongo. Pero necesitabas ser todo el tiempo una mina 10 puntos. Te comiste un personaje, y yo ya te conocía, ya conocía a la persona detrás del personaje y me gustaba, no hacía falta elaborar nada.
Yo: Es cierto, yo siempre pensaba en cómo seguir conquistándote. Igual me enteré hace como 10 minutos que no estabas enamorado, ni de mí ni del personaje.
Martin: No estaba enamorado porque para mí nos enamoramos una sola vez en la vida. Pero te amaba, no te hagas la pelotuda ni te pongas en víctima.
Yo: Bueeno eh, sereno moreno. (le hago el gestito molesto de bajar el volumen que hace Ross en Friends, porque cuando estabámos juntos era como una interna).
Martin se ríe y lo hace también.

Miro para abajo, estoy un poco triste pero no estoy mal. Todavía nos queremos.

Yo: No sé muy bien cómo seguir con esto.
Martin: ¿No querés saber nada más? ¿Mi primera palabra? ¿Mi primer beso? ¿Mi primer beso II?

Yo me río fuerte y me sale un ruido de chancho. El se ríe conmigo, pone sus manos en mi cara, me mira 4 segundos y me da un beso. Me agarra todo el pelo y me hace una colita con su mano. Yo aprovecho y me lo ato. Me deshago por dentro.

Martin: Me gusta ver que el personaje ahora es secundario, y que vos sos protagonista.
Yo: A mí me gustás vos.
Martin: Ya sé, pero no funcionamos.
Yo: Sí, ya lo sé. (Le doy la razón, pero nos quiero dar otra oportunidad. No digo nada porque me puede el orgullo)
Martin: Bueno, me voy yendo que voy a llegar tarde.
Yo: Dale, ¿se puede saber a dónde vas?
Martin: Mi hermano rinde matemática el martes y le prometí que hoy lo ayudaba a estudiar, está en lo de mi papá y quedé a las 4.
Yo: Ah, bueno. Mandale saludos.
Martin: Dale, no te digo que vengas porque vos de matemática sabés menos que de entrevistas.
Yo: (me río, le tiro una patada que no llega a tocarlo porque se mueve) Dale vivo, andá.

Lo agarro de la camisa cuando se está yendo, lo doy vuelta y le doy un beso, después paso mis manos alrededor del cuello y él me agarra de la cintura.

Martin: Sos linda, eh. (me acaricia la cara)
Yo: Bueno, ahora sí te podés ir.
Yo: Ah, pará, ¿de dónde venías?
Martin: (Se toma 3 segundos. 3 segundos eternos y respira con el mismo ruido que cuando llegó) De lo de mi novia.

Paro el grabador y me suelto el pelo.

martes, 13 de noviembre de 2012

Por qué Mad Men es la mejor serie de todas las series de la historia del mundo infinito punto rojo.

Sí, me gusta Mad Men. Mucho, me gusta mucho. Voy a tratar de no spoilear nada, porque cada capítulo es imperdible. Si todavía no la viste, te envidio.

Mientras que en los ‘60 la gente disfrutaba de los adelantos tecnológicos como la máquina de escribir, la fotografía, el toca discos; mientras cada vez más zonas festejaban instalaciones de agua potable, de gas, la llegada del hombre a la luna; mientras Kennedy caía redondo al piso, y las mujeres estaban en el auge de su sensualidad; comenzaban a estudiar y tener una profesión. Mientras pasaba todo esto, Don se prendía un pucho y se servía whisky.
      Don Draper: Esa mezcla divina entre un adolescente mujeriego, con un cerebro de treintitantos todo transable y un porte que maaamita. Uno lo ve, cagando a la mujer con cuanto agujero se le cruce, y quiere que lo siga haciendo, porque es parte de su encanto. El estereotipo de hombre exitoso antihéroe que caería en cualquier cliché, pero que sin embargo es atípico.

Así abría la primera temporada, con esto.

Lo que tenemos todos en mente sobre qué pasa en una agencia de publicidad se pudre cuando vemos Mad Men. Por ahí pensás, como yo, que el ambiente es desestructurado, super relajado, que chupan, que fuman, que llegan a cualquier hora. Bah, que no hacen una goma. Poco de eso pasa en la serie, y aún así no dudaría un minuto en trabajar en Sterling Cooper (más adelante Sterling, Cooper, Draper & Pryce).

En los '60 arrancaba el abordaje desde otros campos para la creación de avisos y campañas, como la psicología y la sociología. No es un detalle menor que el programa se dé en el área de los negocios publicitarios: era una profesión incipiente todavía no concebida como un “trabajo real” para muchos, pero que comenzaba a establecerse como un oficio serio y respetable. Hoy, si sos creativo publicitario, o sos un capo o sos un gil. No hay grises.

Esta subestimación de la publicidad se ve contradicha en el desarrollo de las temporadas de la serie: por lo menos ahí en el Manhattan sesentoso, es una profesión exigente con fechas de entrega estrictas y una necesidad de grandes competencias creativas.

Ani, una amiga que me ayudó bocha con este post porque la analizó para un trabajo, me hizo notar que “Ad Men” es una forma de decir publicista en inglés. El título es una joda con ese término: “M-ad Men”, se refiere a la locura (mad) que implica trabajar en el mundo de la publicidad siendo un “ad men”. Como un juego de palabras.

Quiero hablar de Joan, la mujer más linda de la serie, por lo menos para mí (igual soy un poco BettyDraperista). También quiero tener hijos con Roger. Pero primero quiero terminar con Don.

Desde el comienzo del primer capítulo de la temporada, Don Draper aparenta ser el hombre perfecto, ideal, buen mozo (¿?), amable, inteligente, correcto. Pero pasan los capítulos, y todas las expectativas se van derrumbando. El personaje empieza a mostrar su otro costado, y entonces resulta que el antagonista, el "malo" en este caso es él mismo, porque hay una lucha interna por eliminar lo que es causante de angustias y preocupaciones que lo inquietan permanentemente.

El hombre es el lobo del hombre. La mente puede ser tu mejor amiga o tu peor enemiga. Uno es preso de su cabeza y de lo que piensa, es algo de lo que no puede escapar, sea bueno o malo. Pero nadie puede torturarse más y mejor que uno mismo. Don pelea contra sí, intenta superarse, intenta vencer esa resistencia al cambio positivo. No por nada la presentación muestra a un tipito en caída libre.

Don es uno para el resto, y otro para él. ¿Somos todos así? No sé. No creo. No importa. A Don se lo quiere por inconformista, desde cualquier ángulo.

Roger Sterling (te amo) es el jefe y socio de Don, compañero de aventuras, wing man. Por momentos parece que lo alienta a prosperar, por otros que lo lleva por mal camino. Y se le tira a la mujer, cualquiera. Pero es interesantísimo porque seduce al espectador en formas menos obvias que Draper. Es increíblemente sexy, aunque no sabría decirte por qué.

En el personaje de Don también se ve una dualidad respecto de esta relación, que probablemente se de cómo desenlace de la imposibilidad de él para hablar las cosas. Ay, si supieras. Cualquier boludo promedio te diría ¿Y por qué no empezás el psicólogo? Yo imagino que vos le tirarías el humo de tu cigarrillo en la cara, harías una pausa, sacarías unos cuantos billetes de tu bolsillo y te retirarías, con el saco al hombro y poniéndote un sombrero.

A Pete Campbell y su mujer los odiamos. Así que les dedicamos este espacio: “  “. Listo.

Joan: linda, pelirroja, tetona, pelirroja, voluptuosa, fina, pelirroja. Es la secretaria más capa. Sabe donde están todos los documentos, dirige las reuniones de socios, es absolutamente eficiente como gerente y es indispensable para el correcto funcionamiento de la agencia. Joan es una mujer muy fuerte pero que decide mantener un perfil bajo y una actitud bastante sumisa para poder encajar en lo que el paradigma clásico tiene diseñado para ella. Quiere casarse, tener hijos y ser una mujer respetable de familia. Para eso sabe que tiene seguir un caminito marcado de disciplina y docilidad. Junto a Peggy, son las mujeres copadas de la oficina. El resto son todas putitas que sacan culo.

Lo raro es que va al revés del resto de las mujeres. Ella ya quebró el paradigma puertas adentro, y se tiene que mostrar apaciguada para con lo demás. Un salmón. Una revolucionaria de la revolución misma.

Toda esta gente y más luce trajes, peinados altos, gemelos, whisky y cigarrillos. Camina entre máquinas de escribir y sillones. Sale a almorzar y se va a un telo.

Todos los detalles cuidados a la perfección.


Mad Men es arte del que sí se explica y está buenísimo.


domingo, 30 de septiembre de 2012

Viajemos en tren.


Abrí la temporada de piernas. Blancas, un poco venosas, un poco fofas y semi-depiladas. 
“Si esas son las vías, lo que debe ser la estación” me gritaron.



No salía humo todavía de mi dedo gordo del pie. Ni de sus dedos de la mano. Intentó con su lengua y tampoco. Por ahí faltaba potencia.
El fetiche de los pies, no lo tengo pero creo que lo entiendo; porque es la primera estación. Hay que empezar con el pie izquierdo, ¿no? Siguieron sus dedos caminando por mi empeine, y empezaron los ruidos de mi motor. Muy bajitos todavía.

Siempre que me camina por las piernas, tiemblo. Tiemblan. Tiene un andar muy suave, ojalá mi piel acompañe. Pará, ¿me depilé? Sí, me depilé.
No me tengo que desconcentrar, no quiero accidentes. Aunque no estoy manejando por ahora. El conductor y yo estamos los dos borrachos, pero igual vamos despacio.

Arriba de la rodilla hizo una parada, y empezó a dibujar con los dedos. Las piernas se me empañaban por el humo del vagón que era el vaho de su garganta que pasaba por sus dedos que caminaban por mis piernas que se empañaban.
Cerró las puertas pero no la boca, y siguió andando.

“Hay una parte de la ruta que quiero que me arranques de un mordisco, por favor. Sí, entre esta estación y la última”
¡Ay!, se escuchó exhalar desde el motor. Sale humo de todos lados. Ruidos de todos lados.

Hay dos cuerpos, dos dedos, una lengua, una boca, dos vías, un vagón, un conductor y un motor a punto de fundirse. Pero nos tenemos que concentrar, quiero que llegues (in)sano y salvo a la última estación.

Los dedos y respiros anuncian el arribo. Los gemidos, la bocina para que nada ni nadie pase. Respiraba fuerte y cerraba los ojos. No hay de dónde agarrarse, me voy a caer. ¡A quién le importa!

"Abrí la boca y levantá la barrera, dale. Que ya casi llegamos."


Dedicado al wachin que me piropeó en la esquina de casa.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

A mí me gustan las gotas.



"A mí me gustan las gotas" me dijo.
"Porque no son redondas, pero casi. Lo redondo es difícil de recorrer. Es engañoso porque todo es principio y todo es fin. Ahora imaginate seguir una gota con la yema de tu índice, y que éste se sumerja. Que el descender transforme esa gota en cuatro o cinco. Me gustan las gotas porque son fáciles de dibujar. Como las nubes, pero accesibles."
 
"¿Estás hablando de mis tetas?" le pregunté.
"...porque son sólo dos, pero podrías recorrerlas y sumergirte si quisieras. Sé donde empiezan, aunque no estoy segura de dónde terminarían, o dónde terminarías. ¿Dónde terminarías?"

"En las nubes, si se puede" contestó.
 
 
 

sábado, 1 de septiembre de 2012

Tomo para enamorarme.


Hay una parejita en el balcón charlando, cada uno con un vaso en la mano. Ella se apoya en la baranda y usa pajita. Él, en cambio, no consigue quedarse quieto y hace tragos largos de a ratitos, coronándolos con cara de asco. Los miro desde el sillón.

Ella: Esto sos, un energizante con vodka. Pensémoslo juntos.
Hagamos de cuenta que toda nuestra relación fue una noche de borrachera, seguime.
Yo empecé poniéndome linda para enfrentarte, porque si quedaba alguna foto, algún recuerdo, quería que me favoreciera. Salgo de mi casa, pero de mi casa en el sentido que le damos cuando jugamos a la mancha. O sea, salgo de mi lugar seguro y pido tomarte.

Te pruebo, te falta soluto. Te pruebo devuelta y estás más dulce, mucho mejor.
¿Me seguís? Pasa el tiempo y me relajo con vos, me pone contenta tenerte, hasta quiero más.
Se me acelera el corazón. Las pulsaciones se me van a las nubes. Hace calor, ¿todos tendrán calor?

Te tomé el gustito y no supe decir basta. Ponías mi mundo patas arriba, hay que saber cuándo parar.
De ahí en adelante me llevaste en picada, porque yo te quería pero me hacías mal. Miraba alrededor y nadie estaba tan mareado como yo. Quería poder y saber disfrutarte.
Me estás siguiendo, ¿no?

Tan inestable me sentía que empecé a pensar en no tomar(te) nunca, nunca más. Y corazón, por dios, ¡Calmate!

Finalmente, una noche como ésta en un balcón como éste y en una situación como ésta, devolví todo.


Él: Te seguí. Y, caminando por tu metáfora, ¿Vos te pensás que yo quería que termine así? ¿Que te arrastré? ¿Que fue intencional? Si querés probar otro trago lo entiendo, a ver qué te pasa con ese.
Pero quiero que sepas que, y ahora dejame compararte con cualquier otra botella que hay por ahí, yo no paso fácil el alcohol. Me cuesta, como dijiste, “tomarle el gustito”. Pero me hace(s) sentir bien.

Desde esa noche de borrachera, y hasta encontrarme en un balcón como éste en una situación como ésta, que entiendo que el vodka no puede resultarle rico a nadie en el primer sorbo. Lo tomamos más por los efectos que otra cosa.

Ya no quiero seguirte.


Él entra, apoya el vaso y agarra una cerveza. Veo desde el sillón que una chica le ofrece abridor. Sonríe. Parece estar listo para ver qué pasa con esta botella que hay por ahí.

jueves, 5 de julio de 2012

Rojo, húmedo y de locos.

- Ey, ¿estás bien? Cómo dormiste chabón.
- ¿Eh? Sí, bien. No entiendo nada. ¿Vos sos yo?
- No, vos sos vos. Yo también, pero vos sos vos.
- ¿Y vos quién sos?
- Vos, boludo. Ya te lo dije. Me desperté para despertarte.
- ¿Dónde mierda estoy?


Y en eso me di cuenta que estoy acá encerrado. Me costó eh, ni idea tenía. Fue ella, es obvio. Sí, se cae de maduro. No sé qué habrá dicho o hecho. 
¿Qué mierda hago acá? Me meten en 4 paredes, como si eso limitara el espacio que hay en mi cabeza.
Como si cerrar los ojos no fuera un medio de transporte. Como si no fuera el mejor.


- Pará man, ¿Qué sos, puto?
- No, vos porque no tenés ojos.
- Pero veo a través tuyo, acordate que yo soy vos.

 
Pero ¿Qué me quiso decir metiéndome acá? Siempre me amó, no pasaba un día sin que me lo hiciera saber. 

Yo creo habérselo demostrado también, rompiendo cada silencio con besos. 
Por ahí pensé que lo sabía y no; pero bueno, no por ser humanos sabemos expresarnos. 
Nunca me había enamorado así, es peligroso. Mirame a mí, me dejó
 loco. Mirá dónde estoy ahora.
 

            - Señor, es hora de las pastillas.
            - Ah, dale. ¿Cuántas eran, me recordás?´
            - 3, las de siempre.
            - Ah, sí sí. Es que estoy medio desbolado hoy. 

 
 
Si me enamoré es su culpa, ella se acercó primero. Ahora,
hay que ser hija de puta eh, hacerme el cuentito y mandarme al loquero.  


- Creerle a una mujer es de pichón, de verde.
- Basta, dejame en paz. Decís muchas boludeces para ser yo.
- Yo no digo nada, sos vos hablando boludeces con vos mismo.
- ¿No hay salida acá? ¿Esa puerta?
- Jajaja, me hacés reir loco eh, te querés escapar de tus propios pensamientos. Sos tan común que das lástima.


No entiendo por qué las paredes son rojas, ni tampoco por qué la puerta late. Eso enloquece más a uno. Me olvidé de preguntar, ahora cuando vengan a chequear cómo estoy se los voy a decir.
 
Yo no estoy loco, ella cambió de parecer de la noche a la mañana, es claro. Las personas cambian cuando sienten que sufrieron lo suficiente, y de ese sufrimiento aprendieron.

Entonces me merezco esto, por lastimar a quien siempre dije amar.


- Ah se, te lo mereces por lastimarla, no por estar hablando solo, ¿no? Gil.
 

Quiero salir a pedirle perdón, Quiero abrir esta puerta titilante del orto y salir a amarla mejor que antes. No sé qué carajo hice pero yo sigo loco por ella.

¡Ahí está! Yo estoy loco por ella, me vuelve loco todo: su pelo, su olor, los ruidos que hace cuando se ríe, los que hace cuando llora, los que hace cuando acaba.
Extraño eso. 

 
Listo, ya está. Entendí todo. Ella nunca se sintió igual, si ella hubiera estado loca por mí me la cruzaría en estos pasillos, que se agrandan y se achican todo el tiempo no sé por qué.
Quiero salir y gritarle lo que se me ocurra en la cara. Me importa poco y nada que sufra y que por eso cambie, y me cambie. 

 
- Sos un panqueque. Vos estás más loco que yo. 

Necesito más pastillas para apagar el dolor. Y una ventana, necesito una ventana. Hay mucha humedad y el rojo me está mareando. 








Hay que estar loco para enamorarse, por eso cuando nos pasa el corazón se vuelve un manicomio.

jueves, 28 de junio de 2012

Zapatos talle 95


Llegar tarde. Odio llegar tarde a cualquier lado. A clase, a las reuniones, a los cumpleaños, y a la vida de alguien.
Sentir que tendrías que haber estado ahí antes, y peor aún, que podrías.

Ella: ¡Hola!
Él: Hola, ¿Cómo estás?
Ella: Llegando tarde creo, ¿vos?
Él: Acá ando, medio medio. Mal de amores, típico. Típico de las mujeres, que te crean la necesidad y después te cierran el comercio.
Ella: ¿De las mujeres? Pero por favor, no me hagas reír. Los hombres son lo más Hollywood-céntrico que hay. Teaser, tráiler, película y final triste. O final abierto, que es guatepeor.
Él: No te hago reír porque ahora no me sale, pero creeme que me gustaría.
Ella: ¿Ves? A esto me refiero. Hacé lo que te guste, después vemos si te sale o no.
Él: No puedo. ¿Qué pasó corazón? Antes cicatrizabas más rápido.
Ella: Ah. Llegué tarde.
Él: ¿A dónde?
Ella: Ahí, a donde dijiste vos.
Ella: ¿La extrañás?
Él: A veces mucho. A veces no.
Ella: Pero extrañar no significa querer devuelta…
Él: ¿Querer de amor, o querer volver?
Ella: Lo segundo, querer volver.
Él: Es cierto eso, pero sí significa no saber qué se quiere.
Ella: Tardísimo. Qué mierda che.
Él: No entiendo, ¿te tenés que ir?
Ella: No sé, ¿me tengo que ir?
Él: No sé, qué se yo. 
Él: Quedate.

Yo de ex’s sé poco y nada. Más nada que poco. Pero supongo que debe ser dificilísimo decirle “Hola, ¿cómo va?” a el/la que antes le decías “te amo”; o besar el cachete de quien recorrías el cuerpo usando la misma técnica (y hasta afrancesándola un poco). Pero como ella dijo: extrañar no significa querer devuelta. Nunca se redunda lo suficiente en esto.

Tengo una amiga de lo más escapista. Ella ve que se asoma conflicto y chau picho. Tolerancia cero al sufrimiento. Buen, ni que tolerar el sufrimiento hablara bien de uno, ¿no? 
Mi amiga tiene un efecto Direct TV con la tristeza: le llega con delay. Hoy hace un par de meses que es la ex del ex, y está en esta disyuntiva de si lo extraña y quiere volver; o lo extraña y necesita ponerle freno a la angustia. Le pasa a los mejores, claro.


Ella: Bueno, contame de ella.
Él: Es buena, es linda, muy divertida.
Ella: ¿Qué pasó entonces?
Él: No sé bien, como escribiste vos el otro día: todavía estoy muy cerca de los hechos para entenderlos y contarlos, jaja.
Él: Vos… ¿Tus chicos?
Ella: Ahí andan, reunidos, ¿viste que te conté que estaba llegando tarde?
Él: …
Ella: Lo raro es que yo los estoy esperando y no ellos a mí.
Él: ¿Qué? Son complicadas ustedes eh.
Ella: Jaja, nada, no importa. Me pongo un poco nerviosa, porque además de odiar llegar tarde, odio esperar.


Una, desde afuera, quiere pegarle un sacudón a la chica esta que cerró el comercio para que se apiole. Pero si esta chica patea, seguro aniquila. Porque debe tener pies muy grandes. Porque son zapatos muy difíciles de llenar.
Yo sigo tratando de averiguar si fue amor o conformismo. Él seguramente también, porque para “buena, linda y muy divertida” pedís el cambio y entro de un pique. Pero primero tenés que avivarte que extrañar no significa querer devuelta.

Me dijiste que me quedara y yo me quedo y hasta espero, pero no me hagas sentir que estoy llegando tarde, ¡odio llegar tarde!